Maradona dijo una vez: “la diferencia entre Italia y Argentina es ésta: Italia se preocupa por nuestros puntos fuertes para marcarlos, nosotros estudiamos los puntos débiles de Italia para atacarlos”.
Del lado “italiano” nos encontramos con Benítez, Mourinho o
Simeone; científicos malévolos que buscan la fórmula para reducir las
cualidades del contrario al mínimo. Dotados para encontrar esa bacteria maligna
e introducirla en el enemigo. En la otra cara de este abanico están “los
buenos”: Bielsa, Guardiola o la refrescante aparición de Antonio Conte en la
nueva Juventus. Igual de científicos aunque con un objetivo dispar: el aumento
cualitativo de su plantilla. Mientras unos se refuerzan con khediras, los hay
que piden Pirlos…
Estilos absolutamente opuestos, aunque con un resultado en
común: victorias y títulos. Pero
debajo de los resultados, debajo de los estilos puede que se encuentre la
verdadera y única razón del éxito de un entrenador de fútbol: la gestión humana. Una tarea compleja,
llena de entresijos emocionales, donde el buen psicólogo conseguirá dirigir con
firmeza su tripulación. Los buenos resultados conducen a una buena reputación, la
buena reputación conduce al respeto del futbolista, y este respeto dará la posibilidad de trabajo al entrenador para
demostrar su valía.
Será pues el futbolista quien decida sobre el campo para
bien o para mal el devenir del entrenador. Rafa
Benítez, uno de los técnicos más laureados de la última década en el fútbol
europeo, estuvo a 45 minutos de no ser
nadie hoy día en este mundo. Llegado en 2001 al Valencia del Tenerife, al que había
ascendido a primera división, el equipo era noveno tras 16 jornadas
de liga, y llegaba un Espanyol-Valencia con el ultimátum a sus espaldas…2-0 en
contra al descanso… ¿de qué se hablaría en ese vestuario?: “Oye chavales ¿qué hacemos, este tipo queremos que se quede, creéis en
sus métodos, os cae bien, es justo con este amigo mío o con el tuyo, quién es
Benítez, pero si es un don nadie no…?”. En la mano de los Albelda, Ayala, Baraja,
Cañizares, estaba el futuro inmediato de Benítez…El partido acabó 2-3 a favor
del Valencia tras una épica remontada en la segunda parte. En esos 15 minutos
de vestuario en Montjuic, los jugadores decidieron darle una oportunidad a su
entrenador. Lo siguiente fueron 2 ligas y una copa de la UEFA. Se había ganado
el respeto del fútbol.
Materazzi,
defensa del Inter de Milán lloró en los brazos de Mourinho cuando éste anunció
su marcha del equipo italiano; “no me imagino ya el fútbol sin estar dirigido
por usted”. En la última gala del balón de oro, Sneijder le dio en público las gracias al portugués por haberle
convertido en el gran futbolista que hoy en día es; y es que no hay jugador que
el portugués haya tenido a sus órdenes que hable mal de él, tanto si contó o no
para él en lo futbolístico. Es un terrible motivador, fortalece el concepto de
grupo desde el primer día partiendo de una sencilla base: “somos nosotros
contra ellos”.
Vilas Boas, que
llegó al Chelsea como una estrella tras ganarlo todo en el Oporto, se encontró con un grupo de veteranos
ganadores que no quisieron escuchar su idea de juego. Hoy su sustituto, el
interino Di Matteo, ha conseguido en 3 meses ganar la FA CUP y alcanzar nada
menos que la final de la Champions. En lo particular está consiguiendo
recuperar a un Fernando Torres, con el cual hablaba cada día, le recordaba
quién era, y lo mimaba de manera inteligente como al resto de la plantilla
estando a la sombra de Vilas Boas. Son
los mismos jugadores que comenzaron la temporada, pero se sienten mejor, más
atendidos por su nuevo entrenador, y se lo han recompensado en el campo.
En definitiva, el fútbol es de los jugadores, y la misión
del entrenador será ganarse su respeto.
Unos se lo ganan a través del currículum, otros de una idea futbolística
cautivadora o de una disciplina militar, o simplemente cayendo bien a la
plantilla por tener buen tacto; como
Vicente Del Bosque, que sin libreta alguna es campeón de Europa y del mundo.