"Hay gente que piensa que el fútbol es una cuestión de vida o muerte. No me gusta esa postura, es mucho más que eso."

Bill Shankly

lunes, 22 de agosto de 2011

El enemigo del rey

El hecho de ser rey levanta sobre todo y en la inmensa mayoría un sentimiento profundo de respeto y admiración.  Tanto uno como otro están relacionados con la sensación de lejanía, lejanía de uno mismo hacia una figura única, una persona que por talento, esfuerzo y el más que especial reconocimiento de la sociedad se encuentra elevado en lo más alto; ya sea en arte, ciencias, política o…deporte. Pero como se suele decir, todo lo que sube ha de bajar; es ley de vida, y el deporte forma parte de ella.
Creo que el primer gran campeón al que recuerdo tropezar fue a Mike Tyson, cuando cayó por KO con Buster Douglas en 1990. Yo tenía 7 años y fue la primera vez que me di cuenta que existía una realidad en la que el deportista más fuerte, invencible, como si de un superhéroe se tratara podía ser vencido. Aquello había ocurrido de verdad, Iron Mike había sido derrotado por primera vez en su carrera…

Al año siguiente presencié uno de los mejores eventos deportivos de mi joven vida, la final de salto de longitud de los campeonatos del mundo de atletismo en Tokyo. El gran Carl Lewis como protagonista principal volaba más y más en cada salto que intentaba y la sensación era que el record estratosférico de Bob Beamon (8,90) 20 años atrás estaba a punto de ser superado, sólo podía ser él, y durante unos minutos fue una realidad… 8,91 ¡!... salto nulo! (sin validez de marca aunque legal para ganar la competición) viento ilegal, aunque todo hacía indicar que esa misma tarde el record iba a ser suyo junto al segurísimo oro…pero un invitado inesperado  lo cambió todo, e hizo que aquella final de longitud se convirtiera en la mejor de las novelas de suspense. Otro estadounidense llamado Mike Powell se disponía a realizar su último salto…8,95 ¡!! , madre mía el suelo que pisaba Carl Lewis y seguramente el del resto de aficionados como yo que presenciaban la final se agitó, se levantó y revolcó aquel evento hacia un desenlace totalmente inesperado y maravilloso; Carl Lewis no iba a conseguir tan seguro oro, pero no sólo eso, sino que el rival que se lo acababa de arrebatar, se lo llevaba con la mayor de las glorias, con el nuevo record mundial (todavía vigente). Había logrado el oro ante el mejor atleta de siempre, saltando más que nadie en la historia.


Saltando, mi memoria deportiva se va hacia el futbol, donde allá por el año 1994, se hablaba muy lejanamente de un tal Ronaldo, al que Parreira seleccionador brasileño por aquel entonces le incluía sorprendentemente en su lista para el mundial de Estados Unidos. El chico tenía tan sólo 16 años! ; Parreira no lo hizo debutar en aquel Brasil campeón…así pues tras un largo silencio, llegaban unos susurros desde Holanda…el mismo chaval despuntaba con luz propia en el PSV y el mundo lo dio a conocer definitivamente a través del mayor desembolso jamás realizado hasta la fecha. En 1996 el Barcelona pagaba por él 2.500 millones de pesetas; “qué locura!” era la opinión general del aficionado, pero muy pronto ese dineral iba a ser rentabilizado, cuando Ronaldo asombró al mundo entero con un futbol sólo a la altura de los elegidos.

En el mayor error de la historia del Barcelona, Ronaldo se marchó al Inter al año siguiente, dejando una huella eterna e imborrable. El fenómeno siguió brillando de la misma forma en su primer año en Italia, pero de repente algo en aquella mecánica perfecta se rompió. La noche anterior a la final del mundial de Francia, un hecho que hoy en día sigue rodeado de un gran misterio apagaría la felicidad del astro durante mucho tiempo. Brasil fue goleado en aquella final contra Francia. Se dijo que Ronaldo sufrió un terrible ataque de ansiedad por la presión de sus patrocinadores. Quién sabe si ese hecho desconcertó a la canarinha, y el desenlace hubiera sido diferente, aún con la figura del gran Zidane en frente…Pero esa noche no fue más que el principio de un interminable calvario focalizado en sus rodillas; hasta 3 temporadas estuvo el fenómeno fuera del césped, y aunque siguió siendo el mejor del mundo una vez recuperado, no se volvió a ver a aquel jugador del Barcelona tras aquella noche fatídica. El enemigo de Ronaldo fue su propia naturaleza, su vida en la cima iba a miles de revoluciones y tanto su mente como su cuerpo no aguantaron la presión.


 
Hay enemigos y reyes que estaban destinados a cruzarse, como fue el caso de un partido en Wimbledon del año 2001.Pete Sampras, el tenista con más majors y 7 veces campeón del torneo londinense se enfrentaba en los octavos de final frente a un tal Roger Federer, un joven talento de coleta rebelde, que sonaba ligeramente por el circuito…Recuerdo que por aquel entonces yo no era un aficionado tan atento al tenis como ahora, pero tuve la gran suerte de sentarme ante el televisor durante toda esa tarde veraniega y pude ver aquellos maravillosos 5 sets y, cómo las rodillas de Federer se clavaron en la hierba certificando la victoria más importante de su carrera. No fue un hecho anecdótico, casual; sino todo un relevo en la historia del tenis. La corona más preciada pasaría 8 años después a la cabeza del suizo, cuando en Wimbledon 2009 conseguía su decimo quinto major. En el deporte hay momentos mágicos, que por muy pequeños que sean, contienen un significado enorme y del que por naturaleza sale un pronóstico grandioso; este fue uno de ellos. Hay otros que sin ser mágicos, son indicadores igual de fiables. Se me viene a la cabeza una derecha del mismo Federer en la final del máster de Roma frente a Nadal; era bola de partido y con toda la pista vacía la pelota se fue al pasillo…ahí supe que jamás podría el suizo con el que ha sido su principal y único enemigo en la cima.

El mismo año en el que Federer fallaba aquella derecha, otro superhéroe tropezaba con su moto cuando parecía imposible; en aquel mundial que ganó el efímero Nicky Hayden, Valentino Rossi se caía en un momento determinante por primera vez en su carrera con el título en juego. Era la última prueba del campeonato, y se rompía una racha de 5 mundiales consecutivos de El Doctor…
Hay reinados más duraderos que otros, otros de un dominio tan indiscutible que quedan más en la memoria aun con una vida mucho más corta. Reyes eternos como fue el caso del boxeador Rocky Marciano que se retiró sin saber lo que era la derrota; el mismo camino lleva el formidable Sebastian Loeb con 7 campeonatos consecutivos de rallyes y aún está por ver si tendrá rival hasta su retirada. Otro caso similar pudo haber sido el ciclista Armstrong que tras superar un cáncer se convirtió en otro supercampeón con 7 tours consecutivos; pero creyéndose invencible por siempre volvió tras su retirada y se encontró con que un tal Alberto Contador había ocupado su trono.  
Enemigos fugaces, enemigos que cortan toda una carrera de glorias, enemigos que nos hacen ver que nadie es insuperable o que su liderazgo es eterno. En estos días pienso que quizá Djokovic le impida a Nadal recoger la corona de Federer, que Sebastian Vettel le quite a Schumacher su puesto en la historia; y me pregunto si el genial Leo Messi conseguirá algún día darle la gloria a Argentina, o que aunque por imposible que parezca a Usain Bolt le salga un enemigo en su camino estelar de victorias y récords imposibles…


          

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